viernes, 9 de noviembre de 2012

Sojización

A partir de los años 70 el modelo de producción agrícola cambió y se dio inicio a la introducción masiva de semillas híbridas para la siembra.
Posteriormente en los 90’ bajo la administración de Carlos Menem se inició la siembra de las semillas modificadas genéticamente especialmente de soja RR (Roundup Ready) acompañado del uso masivo de glifosato como herbicida principal del cultivo.De esta manera, la producción de soja empezó a generar alta rentabilidad a corto plazo y altas divisas que impidieron la devaluación del peso argentino en ese momento.

La expansión desmesurada de la soja ha desplazado otros cultivos (avena ,maíz, girasol, el trigo y otros)
y ha trasladado otras actividades hacia áreas marginales.


En el año 2002, un estudio realizado por INDEC muestra la reducción de las unidades agro productivas desde 1988 a un 24,5% ; el número de chacras se ha reducido en mas de 103.400. Miles y miles de familias se retiran cada año de las zonas rurales y la población en la periferia de las ciudades ha aumentado considerablemente. Los impactos de la expansión de la soja amenaza a la soberanía alimentaria e incluso las familias argentinas han tenido que reemplazar la proteína proveniente de la carne por productos derivados de soja (cambio en la dieta alimentaria). Dado que la soja se ha
establecido como cultivo principal, el costo de los precios de los otros alimentos ha incrementado y se ha iniciado la importación masiva de productos que han sido llevados a categorías de alto valor dentro del mercado que a su vez son de difícil acceso para la población.La problemática de la tenencia y posesión de la tierra de las comunidades campesinas también ha sido una de las causas del proceso de sojizacion.
Por otra parte la gran cantidad de productos químicos utilizados en los cultivos modificados genéticamente (MG) han agravado la contaminación ambiental en Argentina. Se ha generado un aumento de los patógenos del suelo y cambios en las comunidades de malezas especialmente aparición de nuevas variedades con mayor tolerancia al herbicida (glifosato principalmente) lo cual genera mayor cantidad de uso del herbicida en cuestión (de 28 millones de litros en 1997/98 a 56 millones en 1998/99).
Dicho incremento de herbicidas y pesticidas también ha afectado seriamente la salud humana y animal de cientos de habitantes en las comunidades rurales.Una vez más se demuestra que la idea de solucionar el problema del hambre en el tercer mundo no es posible mediante la biotecnología y la producción de alimentos transgénicos, tal como se muestra en este estudio del Grupo de reflexión Rural con el caso de Argentina y los efectos perjudiciales en todos los ámbitos (social, políticos, económico, ambiental y en la salud animal y humana)

especialmente
En principio la producción se ha transformado en un monocultivo, hecho peligroso desde el punto de vista ambiental, económico y estratégico respecto de la estructura productiva de la nación. Todo modelo basado en el monocultivo es esencialmente no sustentable y débil desde el punto de vista estructural. Sin embargo la expansión del monocultivo de soja transgénica forrajera, trae aparejada otros serios problemas. El monocultivo de la soja ocasiona : Desertificacion del suelo Masiva contaminacion del suelo Perdidas irreparables de biodiversidad Desaparicion de alimentos basicos Aumento de la desocupacion Hambre e Hindigencia Ademas se agrega la alta contaminación ambiental que produce el sistema Siembra directa-sojaRR-glifosato, ya que se basa en el uso masivo de agrotóxicos en forma permanente.

La desertificación biológica de los suelos argentinos, parecería que se está desarrollando un inmenso proceso de devastación, erosión y desertificación estructural de los suelos sometidos al sistema de siembra directa y cultivo de soja RR.

La no roturación del suelo, que pudo ser vista en un principio como una práctica benéfica, terminó -en el marco de este sistema y del ecosistema de los suelos que afecta- produciendo compactación, acumulación excesiva de residuos orgánicos que no pueden ser mineralizados, disminución de la temperatura del suelo (lo cual trae aparejado la disminución de la fijación de nitrógeno por la soja y por ende la necesidad de fertilizarla con Nitrógeno). También produce modificaciones en la microflora y microfauna del suelo el uso continuo de herbicida destruye la vida bacteriana del suelo permitiendo la proliferación de hongos que modifican la química de la mineralización de la materia orgánica, destruyendo la fertilidad natural de nuestros suelos.


Como punto de tensión, en medio de una importante puja de intereses por parte de las corporaciones, el campo argentino se enfrenta a una creciente concentración económica y a una fuerte exclusión de trabajadores que deriva en éxodo rural. El proceso de tecnificación en la producción en la historia del capitalismo siempre trajo como consecuencia la reducción de mano de obra. En este caso, el contexto socio-económico argentino configura un escenario donde la emigración del campo a la ciudad se presenta como un nuevo elemento constitutivo del desarrollo de la marginalización social. Los emigrados del campo conforman los nuevos e inmensos cinturones de pobreza urbana, que descubrieron en la ciudad, de manera abrupta y simultanea, tanto el festival de las importaciones baratas como el creciente desempleo producido por el cierre masivo de las empresas industriales. Para vislumbrar la magnitud del fenómeno emigratorio basta con comparar dos situaciones a partir de los datos brindados por los Censos. Por un lado, “en 1991 se determinó que vivían en zonas rurales 4.27 millones de habitantes; o sea, el 13.1% de todo el país”. Por otro lado, los datos del censo realizado en 2001 marcan un notable descenso: la población rural ahora es de sólo 2.6 millones, es decir que representa el 7.2% de la población argentina .
A su vez, los pequeños y medianos productores agropecuarios desaparecen, aumentando
los índices de pobreza y desocupación del país. Vemos que la desocupación rural y de las pequeñas ciudades del interior aumentó, debido a la desaparición de los cultivos regionales y al ahorro de mano de obra que significa la producción sojera. El campo queda despoblado, y las ciudades empobrecidas y hambreadas. De este modo, decimos que el crecimiento del cultivo de la soja se ha dado, a la par que disminuye en un 24% la cantidad de productores en el país -sobre todo los pequeños-, y que el fantasma del desabastecimiento alimentario ronda el país.
Este proceso de transformación social, presentado como mera adopción tecnológica, comporta importantes consecuencias tanto al interior del sector agropecuario como también en la sociedad argentina. Los pequeños y medianos productores, que anteriormente solventaban un buen nivel de vida con la rotación productiva de sus hectáreas y hasta generaban puestos de trabajo para terceros, no pudieron ingresar al modelo sojero. La desaparición de esta franja de productores que consumía y operaba en el lugar, derivó en consecuencias nefastas para los poblados y ciudades intermedias, que están rodeadas de campo y que vivían de sus actividades intermedias (talleres mecánicos, pequeños comercios de insumos agropecuarios, aseguradoras, cooperativas, etc.). Este fenómeno se puede constatar con la observación del deterioro económico-social de los pueblos y pequeñas ciudades del interior.